Originally published in Facebook by The Threshold Society (February 9, 2011)

Translate by: Maryam Khadiya

 

Por Shaykh Kabir Helminski
Fuente: Threshold Society
Compilación: César Hernández
Traducción: Maryam Khadiya

 

El corazón saludable requiere la nutrición de los alimentos espirituales. Cuando el corazón está sano, sus deseos serán sanos. Muhammad dijo: “El corazón de los fieles es el trono del Misericordioso.” Cuando el corazón se alimentó sólo de los deseos de la existencia física, es privado del alimento de vida y sus propios deseos se convierten en menos sonoros, más enfermizos.

La Sabiduría Sufi ofrece varios remedios tradicionales para un corazón enfermo. Uno de ellos es el contemplar el significado de los Libros Sagrados revelados y las palabras de los Santos, ya que estos realizan una acción sobre el corazón, quitan sus ilusiones, curan sus enfermedades, restauran su fuerza.

Otra cura para el corazón es mantener el estómago vacío. Muhammad dijo que un exceso de comida endurece el corazón. El ayuno es lo contrario de las adicciones, sutiles y no tan sutiles, con que las que adormecemos el dolor del corazón. Cuando a través de ayuno exponemos el dolor del corazón a nosotros mismos, nos volvemos más emocionalmente vulnerable y honestos. Sólo entonces el corazón puede ser sanado.

Mantener una vigilia de la noche hasta amanecer es una práctica que es desconocida fuera de la cultura islámica, pero ha sido un pilar de los sufíes. Se ha dicho que en la madrugada antes del amanecer “los Ángeles se aproximan a la tierra”, y nuestras plegarias pueden recibir mejor respuesta. Otra explicación es que en estas horas de la madrugada la actividad del mundo se ha reducido al mínimo, la atmósfera psíquica se ha vuelto silenciosa, y que somos más capaces de llegar a las profundidades de la concentración a nuestro propio inconsciente.

Por último, mantener la compañía de aquellos que son conscientes de Dios puede restaurar la fe y salud al corazón. “Los mejores entre vosotros son los que cuando se ven recuerdan a Dios.”

 

Extracto de: The Knowing Heart de Kabir Helminski